RESILIENCIA
- Elena Codes
- 11 may 2017
- 1 Min. de lectura
Me recogiste cuando más débil estaba. Ahora tan solo me miras comprendiendo que hubo un tiempo en el que tus ojos verdes fueron lo que más quise. Puede que sean ahora lo que más odie.
Tengo tantas grietas en mis manos por escribirte; tengo tantas horas perdidas buscándote que el dolor es lo único que me hace saber que no valías la pena. Pero fui incapaz de comprenderlo.
Si me hubieras pedido que me fuese contigo, habría dejado caer la única pluma que me hace volar. Pero tú nunca tuviste cojones para leerme, y yo mendigaba tu amor para amarme.
Nadie podrá saber jamás cuánto me doliste.
Arranca todo lo que late de mí. Escucha cómo se apaga entre tus brazos hasta que te haga comprender que la vida no es aquello que amas, y te jode. La vida no es suplicar que alguien te saque de la oscuridad. La vida es huir de lo que quema, aunque lo quieras a rabiar.
Me partiste por la mitad y a medias no quiero volver a verte y a medias te echo de menos. Me hiciste tanto daño que ya no lo quiero… -quédate con mi corazón-.
Me recogiste cuando más lloraba y ahora no soy capaz de salvarme cuando más sonrío.
Poema del libro Ninfomanía; sé mala
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